Soy actor, al menos, pretendo serlo. Mi vida transcurre encima de un escenario. No. Eso no es así. Las vidas de los personajes que interpreto transcurren en un escenario. Quien soy se queda atrás, descansa inconsciente hasta que termine la obra. Una nueva persona ocupa mi lugar. A veces es un hombre. Otras, una mujer. En ocasiones ronda los treinta años. Con maquillaje, esta nueva persona dice ir al instituto.
No os hubiera desvelado a qué me
dedico si no estuviera relacionado con lo que os vengo a contar. Ayer se
publicó una trágica noticia. El titular dice así:
Alec Baldwin mata
accidentalmente a una directora de fotografía durante un rodaje.
Odio el sensacionalismo.
Permitid que os desmienta la
noticia. Alec Baldwin no disparó el arma, sino el personaje que le tocó
interpretar. Fue un accidente causado, me atrevo a señalar, por la mala gestión
del equipo técnico. Un error humano. Podría haberse evitado. Baldwin interpretaba
ese día al tirador. Todos los héroes de acción son asesinos en su mundo.
Disparan, matan y el público aplaude. He sido un héroe de acción. También un
villano. La bala asesina casi nunca atraviesa la ficción. Permanece en su
mundo. Es una mentira. Mata a las personas que los actores interpretan. La bala
asesina casi nunca atraviesa la ficción. Casi nunca.
Baldwin está libre de culpa y su
nombre no debe de estar relacionado con las palabras matar y asesinar.
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